Poemas de Marisa Martínez Pérsico

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Poemas de Marisa Martínez Pérsico, una de las voces más personales de la actual poesía argentina.

 

XII

(De Poética ambulante, 2003)

 

Te rodeaba una cofia de marfiles

como flores o túnicas

inútiles.

 

Yo quería despojarte de esas mantas,

verte bailar liviana y cadenciosa.

 

Sí,

era ese traje incómodo,

te hacía lucir de porcelana.

 

Yo a tu lado,

estatua viva de mármol en la fuente

dedicando su elogio de Narciso

a una réplica de labios

indefensos.

 

Allá hay un vaso que siente como yo,

una prolongación vidriada

de mi cuerpo.

 

Qué lástima verme en ese vaso,

compartiendo su ser

de recipiente.

 

 

 

 

DUNAV SAVA

(De El cielo entre paréntesis, inédito 2016-2017)

 

Pasan los pinos azules de Belgrado.
Desde su último invierno,
a través del ramaje de otra lengua,
me saluda mi padre.

No habré cambiado mucho en estos años,
más allá de una hija
cuya vida no acertó a murmurar.

Debajo del collar de las bocinas,
por el vidrio que esboza un pentagrama,
el ayer es un libro que comienza.

Quién dijera:
convocar dos recuerdos que no pueden hablarse
en mi mesa de tres del pensamiento.

El viajero de enfrente me sonríe,
por sus ojos desfilan memorias del futuro.

Mi hija observa, también, por la ventana.
¿En qué distante mundo
se ha sentado a evocarme
mientras mira los pinos de otro cielo
que transcurren, copiosos de avutardas?

Hemos llegado a la estación. Se desvanece
el coloquio familiar. Nada es distinto.

Tal vez lo que importa del paisaje
es merecer un asiento en la memoria
de alguien que nos quiso
cuando estamos ausentes.

 

 

LJUBLJANICA SAVA

(de La única puerta era la tuya, 2015)

 

Se esfuman ciertos gestos

del crucero que hicimos por Ljubljana.

Las sensaciones aéreas,

cómo el viento jugaba con mi falda,

cómo el agua cantaba en movimiento.

Allí toqué,

por un segundo,

el alfiler agudo de la dicha,

pero fue tan leve al tacto

que lo perdí al doblar el primer puente,

donde aprieta el pasado

como un zapato antiguo y defectuoso

que aún quisieras ponerte.

 

 

DESARRAIGO

(de La única puerta era la tuya, 2015)

 

Aquí me rindo, tendida a tu derecha.

De todos los rincones del planeta elijo tu hombro,

sin más norte que el sur de mis recuerdos

a pesar de esos pájaros de leche

que me arrojan de fauces al futuro

como se echa una piedra

en un estanque sin fondo.

 

 

 

PEQUEÑAS MUERTES PROVISORIAS

(De El cielo entre paréntesis, inédito 2016-2017)

 

Este vagar por todas las ciudades

buscando un gesto tuyo:

un rizo, un pelo, un gajo de tela en las vitrinas,

una medusa tibia como tu alma,

un elefante muerto.

 

Este cuarto alquilado en un altar de Roma,

este ir sudando en blanco por el mundo:

carreteras, telarañas de luz, carretas mudas

con peldaños sin rumbo

al corazón. Este ir mudándose

a otro sitio, sin saciarse,

eterna enemistad que me une

con las cosas.

 

Este rodar distritos

indagando, sin eco, al horizonte,

dónde puso el tejado de tus labios

o el viaducto oscilante de tus dedos.

 

Estas piezas de nada que te invocan,

esta nada en añicos que te nombra

y no te encuentra

y no te encuentra

y no te encuentra

y no te encuentra

(eco)

 

 

 

I

(De Los pliegos obtusos, 2004)

 

Tengo miedo del río y de las puertas,
son aceras que cruzan
a otra parte.
Tengo miedo
de partir y no encontrarte,
de volver a sembrar
orillas muertas.
Tengo miedo de la roca silenciosa
que aglomera su núcleo
de virutas.
Tengo miedo
del himno de los perros
contra el cerco violeta
de la luna.
¿Para qué?
Si ya perdí la cuenta
de las mantas que tejió el olvido
para abrigo de noches
inconclusas.

 

 

 

 

 

BOLETIN BLANCO

(De El cielo entre paréntesis, inédito 2016-2017)

De día, en el trabajo,
en el rumor feliz de una cafetería,
mientras suenan cascabeles en la calle,
tacones, collares, estornudos,
casi nada perturba el corazón
o eso parece,
todo marcha en la luz.

Hay hombres
que usurpan mi aliento
cuando pasan.

Los dejo indagar en mi mirada
esas sucias palabras
que me trepan tan limpias
por la boca.

Y si me quedo a oscuras con mi espejo
en el dedal vacío de mi cuarto
no hay guarida,
no hay ombligo ni abrazo
flor de metal más honda que estar lejos,
saber que vas cambiando
sin que yo sea testigo.

La estación envejece sus coronas.

El pedregoso ovillo de tu pelo
prueba un paso de danza en el pasillo,
esos gestos ambiguos de empezar a vestirme
para hacerte más largo transitar el deseo
que me arroje a la brecha
de otro olvido.

El futuro no es tiempo
que pueda llevarnos de la mano
y aun así el espíritu se aferra
a quien le dio de latir.

He crecido contigo.

Hemos saltado juntos a otro lado,
del que no se regresa.

 

 

 

 

ESTACIÓN DE CAPRANICA

(De El cielo entre paréntesis, inédito 2016-2017)

 

Las ideas tienen sus paisajes.

Juan Ramón Jiménez

 

La ventana se frena en un grafiti.

Mi sposerai?

La tinta está borrosa

por la trama de lluvias sucesivas.

 

Qué será del presente

de aquel fuego con médula y ardor.

 

El tren arranca,

se apaga una pregunta.

 

 

 

 

 

 

FAREWELL DOS

(De Las voces de las hojas, 1998)

 

Adiós a la poesía burda, aquella absurda

maravilla inescrutable.

Maremágnum sintagmático del siglo,

metástasis de versos troquelados.

La vanguardia del erizo y del carpincho,

alegrémonos que no entendemos qué bárbaro,

te quiero pero estoy bien light alone,

qué oprobio ese vestido de la abuela.

Marketin’ del verso adiós,

adiós.

 

 

 

FRANCOTIRADORES DE SARAJEVO

(De El cielo entre paréntesis, inédito 2016-2017)

 

¿Por qué no vamos
de vacaciones a Bosnia?
Ha sido tu pregunta
de estos años.

 

Hojeabas la revista Bell’Europa
y andabas por la casa
con un cuadro
del antiguo cementerio judío.

 

En la foto de la tienda
que reza Cvjecara
las flores germinan en la roca
a través de los impactos
de mortero.

 

Hay orquídeas en venta,
para los amantes
y los muertos, me decías.

 

¿Por qué no organizar
un viaje a Herzegovina,
este verano?

 

Estabas triste a destiempo.

 

Por entonces
eras solo un muchacho
de familia opulenta
que franqueaba el confín

de los Balcanes
por tumbarse en las playas
sin bombas del Egeo.

 

Pero es fácil ser lírico
con la tragedia ajena.

 

Pavonearse entre los símbolos
con temas prestados
sin usar las rodillas
como patas de perro
por burlar a los maquis
del Bulevar Selimovica.

 

¿Por qué no vamos a Mostar,
aunque sea unos días?

 

Yo tenía trece años.
El padre de mi amiga
amanecía pegado
a una emisora europea
para oír del asedio,
de su hermano en Markale,
de esa Miss Universo
coronada en un sótano.

 

Yo escuchaba The Cult
en la otra sala.

 

La pureza no duele
cuando el mal no nos toca.
Después de Sarajevo
no es posible mirar una criatura
sin vendarse los ojos.

 

No volviste a insistir.

La llevarás, ahora, de la mano
al osario de tórtolas
del cuadro.

 

Y todo está en su sitio,
amor,
no te disculpes.

 

Yotendréotrasmontañas.

 

foto-home Marisa Martínez Pérsico (Lomas de Zamora, Buenos Aires, 1978). Desde 2010 vive en Italia. Es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Doctora en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Se desempeña como docente universitaria desde 2011. Ha publicado los libros de poesía “Las voces de las hojas” (1998), “Poética ambulante” (2003), “Los pliegos obtusos” (2004) y “La única puerta era la tuya” (2015). Varios de los poemas aquí reproducidos pertenecen a su quinto poemario, “El cielo entre paréntesis”, todavía inédito.

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