Poesía uruguaya: Claudia Magliano

https://www.excentrica.ar/wp-content/uploads/Image-4.jpgPoesía uruguaya: Claudia Magliano

Poemas de Claudia Magliano, poeta uruguaya nacida en Montevideo (1974), que este año estará participando de la décima edición del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro.

 

El recuerdo es mejor que la vida

mientras se vive uno no se da cuenta

no advierte que eso es algo que ya sucedió.

En cambio recordar tiene además el riesgo de poner cosas donde no las hubo

de cambiar el orden de los sueños

de hacer de aquello una maravilla intocable.

 

Una mañana salíamos de casa con una bolsa llena de uvas

los vecinos nos habían traído una caja de castañas, llevábamos las uvas para dar las gracias por haber sido tan  generosos  como esos frutos.

 

Las casas ajenas inquietan

hay rincones por todos lados

huecos donde esconderse del frío

o ventanas por donde atrapar un pájaro.

 

Así el recuerdo aumenta su carne

la pulpa de las uvas se ensancha hasta formar el vino

la piel de las castañas es menos áspera ahora.

 

Recordar es mejor que haber vivido

pienso como se piensan las cosas que no se conocen

despacio y en voz  baja

para que nadie sepa

que el recuerdo es como el sueño de los animales

ingrato como el sueño de los animales

seco como el sueño de los animales

vacío como el sueño de los animales.

Eso que se pasa por el corazón tantas veces, mejora con el tiempo

y es lo mismo que volar

o que el sueño cuando se sueña que se vuela

eso de tomar impulso y abrir los brazos

o dar un salto que olvida la gravedad y queda suspendido en el aire

el cuerpo, digo,

y lo que adentro lleva el cuerpo

como una bolsa llena de uvas

como una caja de castañas que habremos de poner al fuego

como las casas de los vecinos

-dulces e inquietantes-

como el vino que se sale de las uvas cuando la pulpa crece hasta reventar

y deja un lago rojo, una grieta, un camino de regreso.

Un indicio para salir del sueño.

 

El corazón de las ciruelas, Ático-Civiles iletrados, 2016

 

 

La vez que fuimos a la iglesia porque el primo de mi primo se casaba

yo me había puesto un vestido de color claro y los zapatos que me compraste cuando tomé la comunión.

Esa tarde fue dichosa. Dios había entrado en mi carne. Jesús me tocaba la frente. Comprendí que el fruto de la virgen era su hijo pero también el hijo de un carpintero que había huido de su ciudad en busca de un futuro promisorio.

La niña a la que le habían arrancado el brazo de tanto tirar hacia los costados, me asustaba.

Le temía a su brazo que estaba hecho de metal y de madera.

Por eso  me escapé de la iglesia el día que se casó el primo de mi primo que era también mi primo, creo.

Hay cosas que nunca supe cómo llamar.

Eso que tiene que ver con las familias porque las familias son como ramas de árboles que se enredan y no es posible conocer a qué raíces pertenecen. Así que un tilo puede ser en realidad un naranjo o un castaño o una brexia que  florece en noviembre y no resiste  al frío del invierno.

Esa vez que fuimos a la iglesia vos llevabas puesto un vestido con flores y te habías pintado los ojos, te habías arreglado el pelo con un broche y entrabas como si vos fueras la novia pero sabías que no ibas a casarte.

Yo también lo supe. Supe que no me casaría en esa iglesia en la que también se casaron mis padres. Mamá llevaba un ramo de magnolias en las manos.

Eso lo vi en una fotografía años después cuando mi padre prendió una hoguera de hojas en el jardín.

El día que el primo de mi primo se casaba nos fuimos antes de que terminara la ceremonia.

Ni a vos ni a mí nos gustaban los rituales

los besos en el atrio

los ojos de dios hasta que la muerte los separe.

 

Es cierto, siempre dijiste que hay cosas peores que morir.

 

El corazón de las ciruelas, Ático-Civiles iletrados, 2016

 

 

El ganado se esparce por el campo y mira fijo las luces del automóvil es necesario apagarlas para que se vayan es necesario el camino libre para avanzar/ la tierra se explaya a los costados solo pasto pradera/ suavemente ondulado/ y los peones corren en sus caballos con las ancas abiertas a los costados se aferran a la carrera luchan campo adentro entre los montes de eucaliptos/ son altos los árboles son muy altos y apenas el sol los cubre en la copa/ se incendian/ arde el establecimiento no es fuego es la pala al rojo con que cortarán el rabo de las ovejas/ y los peones siguen en carrera llegan agotadas las fuerzas liban el vino dulce que vendimia hubo en campo vecino/ abigeato de alcohol para sobrevivir a la tarea de castrar carneros una tarde de verano.

Res, Ático ediciones, 2010

 

Los peones van descalzos bosta y acero en sus pies duros como madera talada/ van en cueros sus pies abriendo el camino por donde pasan las reses ordeñadas y algún que otro alacrán/ los pies de los peones están hechos de fuerza bravía son machos desde la planta al facón y sus mujeres cocinan en el fuego un poco de oveja/ son hembras como las ovejas que comerán sus machos rudos comerán y después en las casas enhiestos  harán su descendencia y serán más hembras o tal vez para que no se extinga el coraje algún macho pequeño que caminará descalzo entre los pastos bosta y acero o no.

Res, Ático ediciones, 2010

 

 

Unas pocas líneas no hacen el horizonte

reza en su espalda el pecho

un tajo atravesado es un hombre

después del último discurso.

 

Le cortaron la cabeza desde el cuello las palabras

no hay balas  en esta historia sin bombas sin misiles

al menos para este hombre

tendido como una línea, como un muestrario de guerra.

 

A veces falla la poesía, erra el centro del verso/ se hace humo/ blanco/ bandera/ estertores de otras voces/ detona la poesía entre las manos de algún moribundo

o del asesino.

¿quién mata? ¿cuál es el momento justo en que se mata a un hombre? Nada piensa la cuchilla de su filo ni sabe la sangre de metales. La alquimia es otra cosa. Fundir la piel/ la carne/ toda la sangre de uno contra las manos de otro.

¿quién lavará esas manos? ¿con qué agua de qué río lavó hamlet su memoria?

 

El arte es otra cosa. Creo. ¿es arte este poema? Decir la muerte ¿es arte?.

¿es arte la intimidad de la muerte y su asesino? ¿quién asesina entonces? ¿qué dios detrás de dios la trama empieza?¿quién es el que agoniza?

 

Un hombre tendido sobre la arena es una línea del horizonte. La cintura sosteniendo su cabeza. ¿habrá Creonte que prohíba su entierro? ¿comerán las aves de este sacrilegio?

 

 

Un hombre yace tendido como una línea. Creo que no es el horizonte.

 (Inédito)

 

 

 

Hay que tener cuidado. Hay que ser cautelosa.

Modosita, decían.

No mirar más que un solo punto, el de adelante.

O la cabeza gacha, agachada, hacia abajo. Bien abajo.

El suelo, las baldosas, el piso, el asfalto, la tierra, el césped, lo que haya debajo de los pies. Mirarlo. Mirar solo hacia ahí. El cielo, el aire, los costados no son para vos. Nada te ha sido reservado. Conservá la postura. La espalda recta, derecha, la curva de tu cuello.

Hay que ser cuidadosa. Tenés que ser cuidadosa. Guardá bien tu cuerpo. Debajo de la ropa guardá bien tu cuerpo. Que no se note que hay un cuerpo allí, una piel, un pliegue.

Hay que ocultarse. Hay que abstenerse de mirar a los ojos, los hocicos, las fauces de los perros.

Los perros parecen animales domésticos. Parecen dóciles los perros. Pero los perros matan. Clavan todo lo que tienen de filoso en los cuerpos blandos, desgarran a veces, se meten adentro de los cuerpos. Arrancan la carne. La destrozan. Y no es para comerla, no. Solo para ser perros matan. Estrangulan con los dientes. Hacen huecos con las garras, dan muerte. Solo por darla. Solo por saberse perros. Más perros todavía.

Hay que tener cuidado. Ser cautelosa. Modosita. Discreta, sobre todo discreta. Tu cuerpo es de los perros. No intentes poseerlo. Poseerte. No te pertenece. No te será dado.

Un hilo de sangre corre por la boca de los perros, cae en finas gotas que se deshacen al contacto con el aire. No es su sangre la que cae. No es de los perros eso que duele. Te duele a vos que no supiste comportarte, mantener la calma que el deseo reclama. No fuiste viva, inteligente, no supiste cómo moverte y te dejaste llevar por el deseo. El deseo te arrastró varios metros sobre la tierra y dejaste un surco. Y eso que vos pensabas en otras descendencias. Creías en tus hijos y en los hijos de los hijos de tus hijos. Y en las hijas de tus hijas y las hijas de las hijas de tus hijas.  Creías en una cadena interminable que perpetuaría tu nombre. Por siglos tu nombre estaría en la boca de tu descendencia. Iba a estar, eso pensabas cuando jugaste con las muñecas, cuando dibujaste una casa con chimenea y humo y un árbol y flores alrededor. Porque la vida tenía que prolongarse en el juego, en ese juego que te habían legado solo para vos. Te irías a casar, tan blanco todo, y después esperarías que tu vientre creciera como un globo o una pelota debajo del vestido y aun así estabas dispuesta a parir, porque ese era el designio. Pero los perros se adelantaron a tu suerte, levantaron tu casa bajo la tierra. Te hundieron los ojos los perros porque no supiste no mirarlos. Y eso que solo el suelo te estaba reservado, todo para vos ahí servido para que pusieras la mirada hacia abajo, para que inclinaras bien el cuello, la cabeza, todo tu cuerpo y te quedaras allí como una florcita más a la espera de la lluvia. Como un yuyo que creció imperceptible entre las grandes plantas. Pero tuviste que mirar a los perros, les clavaste los ojos bien adentro, para que te vieran, para que olfatearan tu coraje y te salió mal. Tenías que cuidarte, ser cautelosa, modosita,  como decían  las hijas de las hijas que te hicieron ver la luz años después de su nacimiento. Y te tocó ser parte de ellas, ser una más te tocó. Y no te diste cuenta, no entendiste que tu cuerpo no te pertenecía y era de los perros, solo para los perros era tu cuerpo.

Publicado en la muestra de poesía uruguaya De divina proporción. Editorial La coqueta, 2017

 

Claudia Magliano, Montevideo, 1974. Es profesora de Literatura egresada del Instituto de Profesores Artigas (IPA).  En poesía ha publicado Nada, premiado en el concurso de Poesía de la Asociación de Bancarios (AEBU) y la Casa de los Escritores del Uruguay, en 2005; Res (Ático Ediciones, 2010), que obtuvo el Primer premio de poesía édita de los Premios anuales de literatura del Ministerio de Educación y cultura (MEC), edición 2012. El corazón de las ciruelas (Civiles Iletrados-Ático Ediciones, 2017), obtuvo una mención en poesía inédita en los Premios anuales de literatura del MEC, edición 2016.  El libro inédito de poesía  Lo trágico es el olvido obtuvo el primer accésit en el III Concurso de relatos y poesía Letras cascabeleras, Cáceres, España, 2017 y será publicado en mayo de 2019 por Letras Cascabeleras.

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