¿Qué hay de nuevo, viejo? Poesía argentina del siglo XXI

¿Qué hay de nuevo, viejo? Poesía argentina del siglo XXI

En este texto, publicado originalmente en la revista colombiana ULRIKA, el crítico y poeta Osvaldo Picardo analiza el campo de la poesía argentina actual. El análisis se complementa con una breve antología de doce poetas del presente.

Tengo entre mis manos un ejemplar de un libro de 1995, muy citado en el ambiente de la literatura argentina, Poesía en la fisura, una antología de poetas que por entonces no cumplían los 30 años, y que realizó el conocido crítico y poeta Daniel Freidemberg. El antólogo –lo dice en su prólogo- sentía y pensaba que las concepciones de lo “poético” que predominaron hasta los 90, habían cambiado: “un cambio, algo todavía difícil de precisar pero nuevo, una irrupción de otra cosa…” A partir de esa publicación, comenzaron –como era de esperar- los debates y las otras antologías contestatarias, con sus implicancias políticas de la posdictadura y de la crisis socio-económica del fin de siglo.
Algo aleccionador y hasta obsceno nos mueve a recorrer, luego de algunas décadas, las viejas antologías de “poetas jóvenes”. La novedad como la juventud siempre tienen fecha de vencimiento, pero el tiempo no es garantía suficiente de nada. Aún deformada por los años, la vigencia de una poética puede que no pierda su brillo si estuvo basada en una necesidad genuina, antes que en el mandato gregario de la escritura de época. Pero, lo más común, es que en las selecciones y recortes aparezcan denominadores y rasgos coincidentes, representativos y coleccionables, transformando la escritura individual en una escritura colectiva, una maqueta más o menos homogénea, con algunas diferencias de habla y registro de la realidad. Es más lo que brilla por su ausencia que lo que el acto prestidigitador del antólogo pone ante la vista. Todas las épocas tienen la necesidad de antologarse y esa necesidad genera también una manera de leer, de pensar y, digamos, “poetizar”.
Si podemos ir algo más allá de ese regodeo obsceno de la crítica y del tiempo, veremos, por un lado, un proceso de selección casi natural, aunque no menos arbitrario; es así que nos preguntamos cómo algunos nombres se ignoraron o desaparecieron de la actividad poética, y, también, cómo otros pocos se fueron desligando de la escritura colectiva hacia algo más personal. Al mismo tiempo, una lectura transversal, abarcadora de las antologías desde la posdictadura argentina hasta nuestros días, por ejemplo, de los nacidos después de 1970, permite entender por lo menos dos fenómenos: una merma llamativa del público lector y un cambio en la especificidad de lo que llamamos poesía. Entre las antologías que ocupan este segmento cronológico -principalmente construido desde Buenos Aires hacia el país-, y marcaron un mapa de inclusiones y exclusiones, está la ya mencionada Poesía en la fisura, compilada por Daniel Freidemberg (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1995); Monstruos. Antología de la nueva poesía argentina, compilada por Arturo Carrera (Fondo de Cultura Económica / ICI, Buenos Aires, 2001); Señales de la nueva poesía argentina, compilada por Pablo Anadón (Llibros del Pexe, Gijón, España, 2004); Última poesía argentina compilada por Gabriela Franco, Eduardo Mileo y Javier Cófreces (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2008). Y de las más recientes, para contemplar un panorama más completo, son sin duda: La poesía del siglo XX en Argentina. Antología esencial, con prólogo y selección de Marta Ferrari (Colección La Estafeta del Viento, Visor, Madrid, 2010); así como Poesía de pensamiento. Una antología de poesía argentina, con un ensayo de mi autoría (Editorial Endymión, Madrid, 2da edición, 2015). También de muy reciente aparición, 53/70. Poesía argentina del siglo XXI compilada por Enríquez, Henderson y Orge.
Veamos por ahora, algunos fríos datos estadísticos. Según la Cámara del Libro, al año se lanzan aproximadamente 3000 títulos de la categoría literatura. La mayor parte son de narrativa y apenas un 4% de poesía, incluida la poesía traducida y las antologías. Esta constante, por lo menos, se mantuvo más de una década y acompañó la producción de los autores nacidos después de 1970, que han sido agrupados con mayor o menor precisión bajo una infinidad de rótulos: de los 90, realismo plebeyo, tendencia materialista, líricos y antilíricos, generación cero, etc. No es un secreto que la industria editorial latinoamericana fue concentrándose en grandes corporaciones extranjeras y que este hecho determinó políticas de mercado para el libro. Sin caer en tesis maniqueas e inútiles, también es lógico observar que desde entonces, cierto tipo de literatura –que no califico ni valoro- pasó a protagonizar la industria del libro, desplazando las categorías tradicionales.
El descrédito simbólico del género lírico ha ido creciendo hasta entre los mismos poetas. No debería llamarme la atención, entonces, que sean minoría, en el ámbito académico y en el periodismo cultural, críticos que se ocupen de la poesía; son, por ejemplo, muy esporádicos los textos de Piglia, recuerdo por ejemplo, su brillante discurso de apertura en la feria del libro de Buenos Aires, en el 2008, en que hace un rescate de la lectura de poesía.
Resulta de todo ello -y en defensa propia-, la atomización del mercado, la multiplicación de pequeñas editoriales autoproclamadas “independientes”, grupos alrededor de talleres y maestros, recitales, blogs , festivales, etc. Ese exiguo nicho dentro de la producción editorial argentina es un síntoma de una fuerte mutación en la genericidad lírica y en la recepción de la poesía. Digo, para que quede claro, que en estos años últimos, la lectura de poesía disminuyó aunque haya aumentado el número de autores. Y digo además, que lo que venimos llamando “poema” mutó -una vez más- hacia otras formas menos específicas y extendidas. Freidemberg acertaba al decir, en 1995, que se había producido la “irrupción de otra cosa”.
No es ésta la ocasión para hacer un desarrollo pormenorizado de lo que algunos críticos y poetas han visto como un proceso democratizador del mercado del libro y de consolidación de una poética “nueva”, pero tratré de delimitar someramente algunos de sus aspectos más evidentes. En primer lugar, un proceso de democratización que logra la reducción del mercado y, en consecuencia, de los lectores es llamativamente contradictorio, por lo menos si tenemos como punto de comparación la experiencia de Boris Spivacow y el Centro Editor de América Latina. Y por último, el género lírico tradicional es históricamente inestable desde Aristóteles hasta nuestros días, por eso mismo hemos leído como “poesía” una inmensa cantidad de formas y composiciones, que van desde el verso medido hasta la prosa poética, pasando por las letras de canciones y la perfomance . En resumen, lo que llamamos “poesía” o más específicamente “poema”, así como lo que leíamos como literatura o poesía, como dice el poeta Martín Rodríguez , casi no existe.
Para ir precisando los límites cronológicos de esta mutación en la poesía, creo que se pueden ver al menos dos momentos: uno que coincidiría con la posdictadura cuyos principales exponentes son reunidos en Poesía en la fisura y Monstruos; y un segundo momento, con la democracia y sus crisis de representación, donde encontraríamos algunos poetas que han sido antologados en Última poesía argentina y recientemente en 53/70. Un dato importante para tener en cuenta es que este proceso de cambio, fue nuevamente hegemonizado por el centralismo porteño y el olvido de las otras regiones . Recién Última Poesía Argentina del 2008, marca una nueva focalización regional, una preocupación creciente por lo que también estaba pasando fuera del mapa noventista: Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca.
Simultáneamente a estos dos momentos, que algunos consideran la continuidad de uno en el otro, se construyeron alternativas no siempre de impugnación o resistencia, sino de diálogo entre la especificidad poética y el inmenso océano de “lo otro”, y que a veces comparten alguna antología de ambos lados. En el sector de la impugnación y la resistencia del “lirismo” ante lo “nuevo” (o “antilírico”), podemos encontrar las revistas Hablar de Poesía editada por el poeta Ricardo Herrera y Fénix editada por el también poeta Pablo Anadón; en el anchísimo camino del medio, hay otros autores en diálogo con las poéticas de tirios y troyanos.
Según el crítico y poeta Martín Prieto , la fecha de inicio de la “nueva” poesía argentina -haciendo todas las salvedades sobre lo caprichoso de este tipo de datación- estaría ubicada en los poetas objetivistas y neobarrocos de los 80 del siglo pasado: “lo que aun hoy llamamos nueva poesía argentina empieza a comienzos de la década del 80 del siglo que pasó.” Aceptando en principio el argumento de Prieto, no cabe dudas de que fue determinante la aparición de la revista “Diario de poesía” y el activismo cultural del objetivismo y el neobarroco en esa etapa de la posdictadura. No se podrá negar que incidieron no solamente en la formación estilística de los jóvenes poetas, sino en la selección y conformación de una relectura de la poesía argentina y la consecuente reformulación de una tradición nacional “programáticamente” discutida y revisada.
A diferencia de los grupos que lo precedieron en la poesía argentina del siglo XX, el objetivismo no tuvo manifiestos. Existió en cambio una prédica con la que marcaron una línea tajante entre lo que era una escritura de época y aquello que no lo era. En ese sentido, irritaron a sectores más clásicos y tradicionales, y generaron una suerte de resistencia a comprender el uso –muchas veces sobrestimado- de la tercera persona, el distanciamiento emocional y la imposición de un tono antilírico. El afán de un realismo llano y seco, producía, es cierto, un estatismo descriptivo donde la exagerada observación de una realidad exterior casi siempre degradada por el capitalismo y la identificación minuciosa y fotográfica, ocupaban todo el texto, sin efecto evidente y sin un plus de sentido. “Paso a nivel en la chacarita” de Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) es un ejemplo claro, que se tomó como modelo durante toda esa etapa. El poema dice así: “Los chicos ponen monedas en las vías,/ miran pasar el tren que lleva gente/ hacia algún lado./Entonces corren y sacan las monedas/ alisadas por las ruedas y el acero;/ se ríen, ponen más/ sobre las mismas vías/ y esperan el paso del próximo tren./ Bueno, eso es todo”. Solamente el lector avisado puede agregar sentido social y político, así como relacionarlo con William Carlos Williams y su famosa “Carretilla roja” o con Joaquín Giannuzzi y su “Poética”. Son textos que necesitan de una nueva comunidad de sentido y de otra clase de recepción. Una de las fuertes características fue su desencanto, como lo demuestra en los 90 la aparición de un libro como Metal pesado de Alejandro Rubio, al que se lo ha calificado de “manifiesto de la decepción de un peronista con el menemismo”.
Hasta entonces, se hablaba de una vieja disputa entre neobarroco (Perlongher, Kamenszain y el primer Carrera) y objetivismo (García Helder, Casas, Aulicino) que pronto fue superada por una propuesta en que se cruzaron ideas y procedimientos tanto como posicionamientos ideológicos. Esta nueva ola preparó las escrituras de los 90 (Martín Gambarotta, Cucurto o Santiago Vega, Alejandro Rubio, Oscar Taborda, Damián Ríos y Marina Mariasch, entre muchos otros). La operación sobre el lenguaje y el aparato oficial de lecturas conformaron un programa común que fue predicado y replicado hasta el cansancio, aún desde los sectores más reaccionarios que no abandonaron ni supieron reemplazar las categorías de aquellos argumentos. Casi como un ejercicio diario más que como una práctica reflexiva y cuidadosa, la escritura de época impone un lenguaje poético y también una sensibilidad que democratiza o banaliza cualquier distinción entre el lenguaje coloquial y el culto, entre la cultura de masas y la alta cultura. No se trata de esquemas completos, ni siquiera de estéticas del todo durables. Se reconquista el territorio del yo más que autobiográfico, autoficcional en un clima de amigos que se leen y comparten un rato de música, charla y juventud ruidosa. Estas poéticas están planteando de antemano la muerte de la poesía “bella y trascendental”, tal como lo expresa uno de sus teóricos, que desarrolla este concepto referido a la tradición lírica que, según él, ha dejado “ese lugar de silencio, de negatividad en que belleza ya no existe pero persiste su exigencia” . Esto se corresponde con lo que también fue llamado voluntad “antiprímula” que evita los elementos de la naturaleza y lo campesino, privilegiando únicamente lo barrial y sus márgenes, lo joven y su cronolecto.
Última poesía argentina aparece en 2008 y si bien hay muchas semejanzas, se nota un cambio de actitud y una operación distinta y heterogénea sobre el lenguaje y el sujeto, que hacen pensar en el inicio de la dispersión de aquellas poéticas de los 90. El libro selecciona argentinos nacidos después de 1977, como un punto de arranque significativo para señalar una etapa generacional de los nacidos y formados durante y después de la dictadura, “la generación de los hijos de los desaparecidos”. El recorte cronológico y geográfico nace de una sospecha de novedad, que me permite pensar en lo expresado anteriormente sobre el cierre de la etapa posdictatorial y el inicio de una escritura distinta y sin ruidos de fondo que, como ya dijimos, sonaban más fuerte en Buenos Aires que en el resto del país. Los compiladores son también poetas: Gabriela Franco (1970), Eduardo Mileo (1953) y Javier Cófreces (1957). En un breve y modesto prólogo que no propugna ninguna escuela, hablan del esfuerzo que debieron hacer para seleccionar los 32 poetas antologados de entre más de 300 de todo el país. Sería muy valioso detenerse en un estudio más pormenorizado que el que podemos hacer ahora, pero señalaré rápidamente algunas coincidencias y diferencias de época. En primer lugar, hay multiplicidad de temáticas y estilos, aunque continúa predominando, no obstante, un realismo icónico en que se dan cita obligada lo degradado y lo trivial, lo rantifuso y kitsch. Y aunque “no hay afán por construir una épica” no se huele aquel gesto/impostura de la década anterior, ni tampoco un rechazo al registro reflexivo o culto. Entre los poetas incluidos se nos revelan algunos nombres conocidos y otros no tanto: Florencia Abadi, Mariano Blatt, Guillermo Bravo, Martín Carlomagno, Soledad Castresana, Javier Foguet, Griselda García, Sebastián González, Laura Lobov, Gabriela Milone, Noelia Rivero, Martín Rodríguez, Victoria Schcolnik, Eugenia Segura, Mariana Suozzo, y Guadalupe Wernicke entre otros.
Un aporte importante de esta segundo momento fue la irrupción de una gran cantidad de mujeres con un imaginario propio y una voz que no sólo es personal, sino que participa y demanda por su género. El panorama a diferencia de los 90 es que se abandona o se aleja la línea fingidamente ingenua de lo que fue “Belleza y Felicidad”, un espacio de arte dirigido por Fernanda Laguna y Cecilia Pavón. Esa estética aniñada, como versión “blanda” del realismo “duro” precedente, así como la parodia y el juego, confirmaban la crisis de la experiencia y de la producción artística. Esta otra poesía femenina recupera otro tono y la línea anterior de poetas como Diana Bellessi o Irene Gruss. Asumen una búsqueda más próxima a la experiencia y a sus verdades.
Para ir completando el actual panorama, 53/70. Poesía argentina del siglo XXI aparece en el marco del 23 Festival Internacional de Poesía de Rosario y reúne textos de cincuenta y tres autores nacidos en la década de 1970. Su lectura permite observar la dispersión más que la amplitud del programa inicial. Algunos de sus poetas son Roberta Iannamico (Bahía Blanca, 1972), Walter Cassara (Buenos Aires, 1971), Cristian De Nápoli (Buenos Aires, 1972), Fernanda Laguna (Hurlingham, 1972), Santiago Pintabona (Buenos AIres, 1974), Claudia Masin (Resistencia, 1972), Aníbal Cristobo (Lanús, 1971), Cecilia Pavón (Mendoza, 1973), Francisco Garamona (Buenos Aires, 1976), Sebastián Morfes (Bahía Blanca, 1976), Alejandro Crotto (Buenos Aires, 1978), Analía Giordanino (Santa Fe, 1974), Pablo Katchadjian (Buenos Aires, 1977), Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970), y Gabriela Luzzi (Rawson, 1974) entre otros.
Y también online, en el espacio “Círculo de poesía”, se puede consultar la selección que realizó el poeta, crítico y editor Carlos J. Aldazábal (Salta , 1974), Otra muestra de poesía argentina, cuyo título ya se presenta como contestatario a lo que él llama una cierta tendencia generacional de “grupo de amigos que, a fuerza de voluntad, quieren representar todas las cuerdas de la poesía nacional desconociendo la realidad pluricultural del país”. Entre los seleccionados de su propia generación están Eduardo Atilio Romano (Orán, Salta, 1971), Rodrigo Galarza (Corrientes, 1972), Geraldine Palavecino (Salta,1973), Julián Axat (La Plata, 1976), Elena Aníbali (Oncativo, Córdoba, 1978), Tomás Watkins (Neuquén,1978), Eliana Drajer (Mendoza, 1979) y Tony Salazar (Chaco,1980).
A la poesía argentina no deberíamos pensarla como una totalidad, sino como una fragmentación de la lengua y de los relatos de la realidad. Su variedad y abundancia dan cuenta de las muchas singularidades del siglo XX, pero sin concretar un conjunto acabado y homogéneo. Si bien Leopoldo Lugones, Jorge L. Borges, Alejandra Pizarnik o Joaquín Giannuzzi definieron y protagonizaron momentos importantes del siglo, ellos no son sino una muestra de algo que no terminamos de precisar y que, de alguna manera, se fragmenta, multiplica y dispersa después de los años 80 sin solución de continuidad en el siglo XXI. Esto ha contribuído a una inquietante reducción del público lector y de las estrategias de sobrevivencia de un tipo de poesía que se resiste a desaparecer del todo, una poesía abierta y en diálogo, una poesía mutante.

 

DOCE POETAS ARGENTINOS DEL S. XXI
1. Diego Colomba (San Nicolás, Argentina, 1972). Es profesor y licenciado en Letras, y doctor en Humanidades y Artes y periodista. Ha publicado últimamente: El largo aliento, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2016

EN EL OJO DE QUIEN MIRA

Ahora que la luz pulsa los vibrantes colores solares de la quinta
que les sale un sarpullido dorado a los tallos de las trepadoras
que vuelan basuritas y pájaros en la penumbra verdosa del naranjo
yo aboceto, sin buscarlo, el minuto de un brillo que empieza a corromperse.

Y no hay distingos lumínicos para mi propia urticaria,
mis picaduras, mis quemaduras del sol en la piel
ni para mis moretones, mis costras que supuran, ni para
la tripa del ombligo mal cortado que dejo al descubierto.

La verdad de mi versión no se resiente, fresca y natural
como la digo, en un mundo
de impresiones donde nada parece sustraerse a la
fuerza de un destino.

2. Alejandro Crotto (Buenos Aires,1978). Publicó los libros de poemas Abejas (2009), Chesterton (2013) y Once personas (2015). Administra el blog losporquesdelarosa.blogspot.com.ar dedicado a la poesía y la traducción de poesía. Es Licenciado en Letras.

MEDIODÍA

Bajo el cielo sin nubes, en la mesa, ahí están:
tallarines con salsa de tomates,
un pan quebrado y agua, vino.
Ahí está la harina con el huevo y las manos.
Ahí está el trigo, las uvas que tomaron sol y noche,
y los tomates destruidos, salpicados de queso,
el agua limpia.
Ahí están: mirá y olé y masticá feliz, devotamente.
Una canción tan fría y tan apasionada como el alba
Latas, vasos de plástico tirados al azar. Arranca
el día; arranca y muestra drástico en la playa
vacía el final de la fiesta. En la luz fría,
tapado con arena a nuestros pies, el resto
carcomido de un tronco humea apenas.
Detrás el mar, el ruido
opaco de las olas repetido.

3. Laura López Morales (Villa Dolores, Argentina, 1976). Publicó los cuadernillos de poesía. Su primer libro es “También afuera es todo esto” (Llanto de Mudo 2014).

RESPIRAR DONDE ANTES HUBO UN BOSQUE…

Respirar
donde antes hubo un bosque
te deja sin aliento

aprendí a caminar
entre los tocones talados
por eso pierdo el equilibrio
deambulo
porque no sé esquivar
lo que antes estuvo ahí
y ocupó un lugar
y tuvo un nombre

dijiste o insinuaste
que hay una voluntad en la ausencia
que tuviera cuidado
que de tanta frondosidad
podrías perderme de vista.

4. Elena Anníbali (Oncativo, Córdoba, 1978). Licenciada en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Tiene publicados los libros de poesía Las madres remotas (2007) y Tabaco mariposa (2009).

MADRE

Mi madre, la Esquiva, la Lejana,
la perra blanca con sus tetas de leche,
con sus dulces venas azules agigantándose en la noche de la fiebre,
trepando las paredes para chupar mis sombras,
con su hermoso pico rosa, con todos sus brazos.
Mi madre tiene saudade de las ciudades que ha dejado atrás,
de donde le viene el cabello negro, suoi occhi de guerra.
Viene levantándose desde el poniente,
una Galatea de las esferas, que rueda sobre el mundo,
que lo impregna brevemente de sus perfumes,
y desde entonces, nada existe, sino su raza mezcla de bestia e inglés,
nada, sino sus cacerolas trashumantes, sus estropajos,
las vendas con nuestras sangres que guarda como sudarios.
¿Será ella, ese violento olor a almizcle que anuncia la mañana?
¿Dónde se anuncia su heredad en mi cuerpo?
Y a partir de la pregunta, aparecen las cicatrices, las alas,
la sal bajo la lengua, ese como a olor a humo y a calandria,
y todo el resto, todo, como una triste Barataria de sueños.

5. Valeria Cervero (Buenos Aires, 1972). Publicó los libros de poemas cadencias (2011) y equilibristas (Colectivo Semilla, 2014), la plaqueta el agujero negro de lo dicho (Colectivo Semilla, 2013) y el libro-álbum para chicos escondidas (Ediciones del Eclipse, 2013).

UNA ESCAMA
de realidad soporta
el peso casi inocente
de cruces, atajos,
superposiciones, desvíos

se impregna
de la humedad de este día
absorbe su calor, su vértigo
su olor a arena rancia

no pide más pretextos
que el de la música que apaña
cada resto de sí

una mínima parte
de dicha o desconsuelo
parece decir
que todavía

6. Carlos Aldazábal (Salta, 1974). Publicó los poemarios La soberbia del monje (1996), Por qué queremos ser Quevedo (1999), Nadie enduela su voz como plegaria (2003), El caserío (2007), Heredarás la tierra (2007), El banco está cerrado (2010), Hain, el mundo selknam en poesía e historieta (con ilustraciones de Eleonora Kortsarz, 2012), Piedra al pecho (2013) y Las visitas de siempre (2014)

TRILOBITES

Si es por tragedia, alguien debería
contar la historia de los trilobites,
animales marinos condenados a fósiles,
a que nadie humedezca sus mañanas
ni recuerde la razón de los abismos.
Pero no se trata de escribir lo que se sabe.
Aquí la tragedia es no poder despedirse,
no poder desear buena ventura,
un “que te vaya bien, que todo amaine”.
No se conocen las rutas de la muerte
ni los designios del azar que transforman los restos.
No se conoce el rumbo, ni el color, ni la forma.
Sólo sabemos lo que supura el ojo,
y líquido por líquido, ojo por ojo,
es la tragedia la que decora el cuadro:
caminata torcida para subir un cerro
con fósiles marinos creciendo en sus cornisas.

Un caprichoso adiós, que ya no importa.

7. Evangelina Aguilera (Mar del Plata, 1977). Profesora en Letras. Dicta desde hace años el Taller de escritura “Fernando Pessoa”. En el año 2009, publicó su libro Fuga.

ABISAL
En el muelle hay un hombre
que tira un medio mundo, arrastra
con poca fuerza y fe y espera.
Repite el ejercicio de memoria
como quien fuma o como quien recuerda.
Con mucha o poca suerte entiende
que toda trampa es una red ligera
que ha errado en la manera
pero es tarde.
La idea más oscura flota
saca el brazito izquierdo, lo sacude.
Si se hunde, mejor. Pero lo llama
y esto ya lo sabemos:
todo lo bueno está en el fondo.

8. Analía Giordanino (Santa Fe, 1974). Profesora en Letras. Publicó Fantasmas (Premio Alcides Greca, Ediciones UNL, 2008, narrativa) y Nocturna (Ediciones Diatriba, 2009, poesía).

RAZONES PARA NO HACER MANUALIDADES

Hay infinidad de pájaros
y plantas y árboles
de los cuales no sé bien el nombre.
De uno de ellos sí lo sé.

Sé del ceibo que había en un patio
por el que yo corría.
La maestra nos enseñaba los viernes a desbrozar.
Yo quería ir a carpintería
y no hacer puntadas macramé
o anudar con hilo sisal.

Me gustaba el olor de la madera balsa
y los mimbres en el agua
amarillos, verdes,
hinchaditos para la trenzada.

Una vez entré en la sala de carpintería
y ví las manos de los niños
y las virutas reposando en la ventana.
Ví el olor de las máquinas, del aceite
y el calor del torno y los metales.

Me pareció que en la otra punta
las labores se callaban
para poder rodear tanta belleza.

9. Emilio Teno (Bahía Blanca, 1978). Es librero y letrista de canciones. En 2004, en España, Editorial Renacimiento publicó su primer libro de poemas: El tiempo que nos toca. Su último libro publicado es La noche americana, ed. Sudaca, 2015.
DAS SCHWEIGEN DER SIRENEN

Como el Ulises de Kafka,
atados al palo mayor de la soberbia,
nos machacamos los tímpanos
con la astucia de la cera,
confiados en la ciencia del sextante,
mientras la belleza ronca de las piedras
tiembla un momento
justo como antes
que sople la tormenta.

Lo comprendimos tarde:
Todo canto imaginado
sólo puede nacer
de un silencio insoportable.

10. Claudio Archubi (Mar del Plata, 1971). Físico y escritor. Publicó La forma del agua (cuentos, ed. de la Universidad de La Plata, 2010), Siete maneras de decir tristeza (poemas en prosa, Lima, 2011), Sísifo en el Norte (poemas en prosa, ed. Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012), La casa sin sombra (poema en prosa, Buenos Aires, 2014) y La ciudad vacía (Maldonado, Uruguay, 2015).

EL FARO

El faro es el lugar de todos los poemas. Te das cuenta que nunca lo has visitado. Decides ir esta vez, y mientras te acercas, piensas en tu madre que creció en el puerto. Entrar en el faro es entrar en la infancia de tu madre, te dices, una que dando vueltas se convierte en la tuya. Pero la puerta está cerrada. El faro no funciona porque el motor que hace girar la luz se ha roto.
Te quedas parado sobre la arena mirándolo mientras oscurece.
La ciudad se va encendiendo, pero el faro no.
La ciudad entera es el faro; su luz perdida, tu infancia.

11. Diego Roel (Temperley, 1980). Publicó: Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (Ediciones El mono armado, 2010) y Los Jardines del Aire (Ediciones El mono armado, 2012).

VÍA LUCIS

El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste,
para que pueda formar en mi mente letras desconocidas,
para que de mi boca salga un verbo nuevo,
una expresión más leve, una palabra que atraviese
los mares y las islas,
que resuene en los últimos términos de la tierra.

Sí, yo siempre estuve callada y guardé silencio.

Pero ahora Tu Voz en mí se expande y multiplica
como voces de mujer que está de parto,
como voces de mujer que está muriendo.

Ahora Tu Voz en mí se expande.

Cuando pase a través de las aguas del gran Río
no me anegarán sus corrientes.
Cuando salte en medio de las llamas
no me quemaré.

El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste.

12. Paula Giglio, (Córdoba 1988). Lic en Filosofía. Publicó: Ella, naturaleza (Babel, 2012) y En el cuerpo (Dock, 2016)

PRINCIPIO ANTRÓPICO

Una palabra más
y se rompe el equilibrio.
El agua líquida no es casual;
tampoco la distancia
entre el Sol y la Tierra:
un poco más acá, y seríamos vapor;
un poco más allá, y seríamos de hielo.

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Descripción del Autor

Osvaldo Picardo

Nació en Mar del Plata en 1955. Es escritor, docente e investigador universitario. Ha escrito los libros de poesía Apenas en el mundo (1988), Letras en una esfera armilar (1991), Quis quid ubi: Poemas de Quintiliano (1996, reeditado en 1998), O.P.Vida de poesía (antología, 2008) y 21 gramos (2014), entre otros. Además, la antología Primer Mapa de la poesía argentina: el Noroeste, y en 2006, la Antología personal de Joaquín Giannuzzi (Madrid, Visor). Dirigió la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata y la revista La Pecera.