Una tal Lila

https://www.excentrica.ar/wp-content/uploads/DSC08794.jpgUna tal Lila

Fragmento de la novela “El agujero” del poeta y narrador correntino Rodrigo Galarza, con la que obtuvo el Tercer premio Municipal de Literatura “Luis de Tejeda” de Córdoba, y que acaba de ser editada por la Editorial Municipal de esa ciudad.

 

Quizá esté lloviendo o haya cesado un poco o más bien la lluvia se haya transformado en una tímida garúa de esas que parece que no mojan y que terminan por empaparte hasta el apellido; quizá en todo momento haya sido la garúa de junio la que impregnó  la ciudad de cierta orfandad y algunos, los más débiles, se hayan sentido aludidos por la tristeza y hayan decidido no salir de casa ni siquiera por la urgencia de comprar cigarrillos, birras o porros. Quizá la garúa, como en el tango que, acaso ninguno de ellos conoce, acentúa con sus púas en el corazón de los desprevenidos; sí, los desprevenidos o el desprevenido. Rulo sale de su casa lleno de hastío y de impaciencia; hace varios días que no ve a Poli, quizá todo haya sido un malentendido pero la bronca  le enciende el hígado, ¡le enciende!, no como la llamita lánguida del zippo que opta por morirse bajo la garúa de junio. Ningún mensaje, no, ninguna llamada, qué hable él, que pida perdón este guacho. Quizá esté lloviendo o haya cesado un poco o más bien la lluvia se haya transformado en una tímida garúa de esas que parece que no mojan y que terminan por empaparte por dentro, terminan por desquiciarte en el solo acto de querer encender un porro apoyado contra el poste mugriento de luz si así pudiera llamársele y no poste de candil…Acá, en esta esquina desierta nadie pide perdón por existir bajo la garúa de junio. Por fin el petardito refulge su brasita y Rulo tose varias veces sin largar el humo. Quizá le haya rascado un poco la garganta; ¡rica! está  la plantita del Paragua, rica y pegadora; quizá no sea tan mala la noche y hasta tiene su encanto la garúa que insiste con su fraseo de bolero de quilombo. Rulo camina unos metros por la acera y se detiene un instante mirando a diestra y siniestra como si tomara precaución para atravesar la Avenida 3 de abril; vuelve a darle una seca al porro y cruza la calle. Quizá, después de todo no haya sido tan mala la idea de salir a dar una vuelta y estas sean las mejores noches en que parece que nada va suceder y sin embargo, tal vez, sí suceda. Rulo vuelve a detenerse en la esquina siguiente: hacia la izquierda se llega a la despensa del Bizco; mejor hacia la derecha, hacia el monoblock 11; rumbea lento con la capucha de su buzo levantada, rumbea lento bajo la llovizna insistente, con el cerebro tomado por el humo azul; mira de reojo por los agujeros que le ha hecho a la capucha en los costados: nadie; pero en el pasillo oscuro del monoblock 11 alguien estará despuntando el vicio o simplemente estará, igual que él, esperando que algo suceda. Mientras camina ladra un perro; luego otro, aunque  más lánguido, más lastimero. Se oye aplacado un riff de los Redondos, ahí va queriendo la noche de junio, noche de hastío e impaciencia. Va queriendo, ¿qué? Rulo se aproxima al edificio, hace una pausa, apura la tuca, ¡rica! la plantita del Paragua. Rodea la mole de cemento, busca el pasillo oscuro. En el fondo, allí donde las cosas y los seres pierden sus formas: un silueta: una mujer o un hombre de pelo largo. Rulo se acerca, saluda como si le conociera de toda la vida, en realidad sí le conoce de toda la vida, lo vio crecer en el barrio siempre aparte, siempre increpado por los pibes cuando no quería jugar al fútbol ni siquiera en el arco. Dale vení Lilo marica, jugá con nosotros, dale marica que falta uno, metele en el arco aunque sea. Y Lilo decía no y se reía, él tenía reservado para sí otros juegos que le divertían más y no esa mierda de correr tras una pelota y verse horrible después, transpirado y sucio.

-Hola, dice Rulo sacando un porro de entre los cigarrillos del paquete.

-¡Hola rico! dice Lila, ¿qué hacés acá?

-¿Por? ¿tengo que pagar entrada o qué?

-No boludo, digo porque hace mucho que no te veo y además está fulera la noche.

-Tan fulera no debe estar, estás acá ¿no?

-Estoy esperando a uno pero está tardando, se ve que no está pudiendo zafar de  su jermu.

-Le habrá atado a la cama por vicioso.

Ambos ríen. Rulo le pasa el porro y Lila aspira con avidez y luego se lo devuelve.

-Rico che. ¿y Poli?

-Ni idea, debe  estar en lo de Carmen, otro… también que le tienen atado a la cama.

Lila se apresura en devolver la invitación del porro pasándole una botella de cerveza.

Aquí, en este pasillo oscuro, hay un adentro, un no paso del tiempo; quizá sea la infancia la que regresa en forma de confidencias bajo la garúa que ya no está, entre bocanadas de la plantita del Paragua y las quilmes calentonas a pesar de junio. Quizá la más sorprendida sea Lila por la fragilidad nunca demostrada de Rulo que a esta altura mejor dicho hondura de la noche, se le está pegando un mambo tristón de perro sarnoso. Algo se le despierta a Lila, algo impensado. A Rulo el galope empieza a quedársele corto y entre chistes zafios y silencios habladores, se traga una anfeta y sin preguntar le pone otra en la boca a Lila que cierra con suavidad sus labios sobre los dedos sucios de Rulo. Y atrás queda la plantita del Paragua y más atrás la birra calentona, atrás, más atrás queda la sarna del perro tristón, la pelea con Poli, las confidencias de infancia. Adelante, arriba, en el centro, el pasillo oscuro achica, cierra sus fauces. Rulo se pelea con la pantalla de su teléfono, aprieta varias veces sobre el archivo: Jijiji. No pongas alto que nos corren. Pará chabón, no te calientes. A Lila  le mordisquea la cabeza la palabra “chabón”, pero no dice nada, demasiada verdad hay en la letra que se expande como una frenada de coche en la voz del Indio Solari. Rulo suda, suda y suda, a pesar de junio, a pesar de haberse quedado en camisa. Lila se quita su viejo gabán vintage, cuando tomo de esas…me entra un calor; le da un largo trago a la cerveza. Rulo espera con impaciencia el primer solo de la canción, un solo pensado para el pogo o para una hinchada de fútbol; su impaciencia crece en el puente del estribillo. Lila lo mira, algo le crece también a ella. Rulo levanta una pierna y gira sobre la otra; la guitarra de Skay le arranca saltos y balbuceos. Quizá sea la garúa que ya no está, la noche de junio que de pronto se vuelve Jijiji, o quizá sea la plantita del Paragua, las Quilmes calentonas, la inesperada confidencia con Lila, más la anfeta zapateando un malambo en la azotea. Rulo trastabilla hacia un lado y Lila lo sostiene, evita su caída. Bien agarrado le tiene Lila y Rulo se queda ahí como si necesitara una caricia, como si volviera a ser el perro sarnoso del principio de la noche; él se deja que ella le agarre bien de ahí, total el pasillo oscuro se lo traga todo, así es, se lo traga todo…aunque  antes unos masajes de las manos expertas de Lila. Rulo apoya su espalda contrala pared, separa un poco las piernas y se baja el cierre la bragueta. Lila levanta un poco su pollera de jeans y se arrodilla. Debe ser junio nomás, la garúa que ya no está, la ausencia de Poli mezclada con la plantita del Paragua, las Quilmes calentonas, la canción de los Redondos, la anfeta del Bizco; debe ser nomás las ganas de Lila de expiar por fin los epítetos hirientes de la infancia, y cómo lo expía con la boca llena del machito Rulo y cómo trabaja con la lengua para que el machito Rulo levante su cabeza y mire el cielo oscuro mientras suena la sirena de la parte final de Jijiji y a esta altura Lila, quizá por la anfeta o porque a ella también le crecen cosas en la entrepierna, haga un pausa para que Rulo machito se desespere y  le agarre de la cabeza y le vuelva a embutir su miembro en la boca. Tan noche esta de junio, de garúa en retirada que Lila es dueña de la situación porque Rulo machito sólo piensa en meterse ahí mientras un perro ladra y Jijiji calla y Rulo machito contiene un gemido y  Lila expiada se pone de pie, se levanta la pollera y apoya sus manos contra la pared como si fuera a ser cateada por la policía y Rulo se acomoda detrás, en tanto en vano intenta mojar sus dedos con  saliva, trapo seco su boca. Rulo machito se acomoda detrás, abre las nalgas duras de Lila, y empuja…¡ay! -se oye- ¡pará! , y no hay impostación femenina en la voz, es un ay casi de resuello agónico. Rulo machito, lleno de anfeta y de placer se prende por la cadera estrecha de Lila y vuelve a empujar y Lila arquea un poco su columna sacando su anca hacia afuera para que Rulo machito expíe sin saberlo el honor de Lila y la expiación llega con Rulo rebuznando casi, dale que te dale lleno de anfeta y más de placer, dale que te dale Rulo machito prendiéndose de la manija dura de Lila, dale que te dale Rulo machito empujando con su pelvis y sobando con ritmo la manija mientras le rebuzna en la oreja a Lila llena también de anfeta, de placer y de expiación; tenía razón el Indio Solari en  Jijiji: “no lo soñé…/ y se ofreció mejor que nunca”. Tenso Rulo machito con su mandioca bien adentro, tensa su mano derecha bajando y subiendo sobre la manija; quizá sea la noche de junio, la garúa en retirada, la pelea con Poli; sí, quizá sea eso o quizá la plantita del Paragua, las Quilmes calentonas, la anfeta del Bizco  o quizá sea que a Rulo machito siempre le gustaron la nalgas de Lila y esta noche de junio con la garúa en retirada y la anfeta del Bizco dale que te dale con su manija y dale que te dale a la manija de Lila. Si Poli lo viera, si Poli presenciara a Rulo tan machito con la manija de Lila en mano, ¡qué papelón! si Poli se lo contara a Yacaré y al Polaco no terminarían más la cargadas, Rulo machito con una verga ajena en la mano ¿y qué hace Rulo con esa verga?, nada, dale que te pego, intenta seguir el ritmo múltiple, ocupado Rulo machito con dos vergas a la vez, uno-dos, uno-dos, uno-dos, uno-dos hasta que su placer se extinga nalgas adentro y  Lila escriba en la pared: no lo soñé…

 

Rodrigo Galarza nació en Caá Catí, Corrientes, en 1972. Es profesor en Letras. Co-fundador del Grupo Literario ¨Pájaro de Tinta¨ y director de la revista del mismo nombre. Su poesía ha sido reconocida con numerosos premios en el país y en el extranjero. Ha publicado en diarios y revistas de su provincia, de Buenos Aires, de Asunción del Paraguay, de Madrid,, de Nord Carolina EEUU, y  de México. Algunos de sus poemarios publicados son: Diluvio en la memoria; El desierto de la sed; Parque de destrucciones (el suri porfiado, 2007); Dietario del sur; Urubamba (el suri porfiado 2016). Figura en Twenty Poets from Argentina-Poetry of the Nineties (2004,Inglaterra, traducción de Graham Yoll y Daniel Samoilovich) entre otras antologías. Actualmente escribe una página de poesía en el diario El Litoral de Corrientes. El agujero, perteneciente a Trilogía de Corrientes, es su primera novela publicada.

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