Compartimos una reseña de la poeta María Laura Decésare y tres poemas de Fuerte como la muerte es el amor, el último y reciente libro de Diana Bellessi, publicado por Adriana Hidalgo.
Reseña por María Laura Decésare
En cada uno de los poemas reunidos en Fuerte como la muerte es el amor (Adriana Hidalgo Editora, 2018) la pequeña voz del mundo de Diana Bellessi nos abre las puertas de su pueblo natal, Zavalla, y en ese viaje recorreremos de la mano de la autora cada uno de sus paisajes, haremos amistad con Belkis, veremos las primeras hojitas verdes del sauce llorón, tres lechuzitas blancas, la flor primera del jazmín y oiremos el canto de innumerables pájaros “que han llegado de repente/ como llegan las palabras/ al sur de Santa Fe”.
Este maravilloso libro se abre con el poema Parque Villarino en el que Bellessi nos invita a ver los árboles al ritmo del tema musical A forest de The Cure para perdernos solos en el bosque en el que el sonido es profundo y “no hay nada/ más que el verde de la voz adolescente”.
Ningún paso de Diana Bellessi es en falso y nada pasa inadvertido ante su mirada que contempla todo lo que la rodea y a medida que avanzamos con la lectura surge un verso que nos demuestra su generosidad al compartir lo que su ojo ve “en la casita de Zavalla” al que “ustedes me trajeron, ¿verdad viejitos?” donde “se vuelven amigas las calandrias” y “Wanda, la perrita blanca y negra/ ya me ladra sin ganas/ y dejo de ser la forastera para ser su vecina”.
Desde su decir indiscutible, Bellessi nos alumbra con su poesía y nos regala un jardín con flores de colores, malvones, magnolias, azaleas, crisantemos blancos y la inmensa belleza del monte. Fuerte como la muerte es el amor y lo son estos poemas que le dan la bienvenida a casa, pero su voz es tan precisa y clara que conmueve cuando dice “el mundo se ha dado vuelta/ y vos/ cada vez sos más chiquita y/ necesitás/ a tu mamá y a tu papá pero ya/ no vuelven más” o cuando “llueve serenamente y los sapitos saltan”, pero también nos revela otras voces “y conversamos con Belkis/ alambrada de por medio, cómo quiero/ a esta mujer, es la única que me habla/ como me hablan los malvones” o “el día se nos acaba con un brillo y un meeeh…”
El libro se cierra con el poema que da el título Fuerte como la muerte es el amor, un poemario en el que abundan los finales con puntos suspensivos. ¿Qué intentará decirnos Diana Bellessi que nada deja librado al azar? y como respuesta asoma un verso: ¿Cuándo te vas? preguntan todos en Zavalla/ y yo, no sé qué decirles cuándo me iré/ y aunque lo sé me miento a mí misma, me digo/ no te irás”.
Y la poesía atrás…
Un bichito negro entró por la puerta
y creyéndolo un cascarudo le tiré
la toalla para sacarlo, entonces
empezó a gritar: cuik cuik violentamente
hasta que lo solté afuera, dice
la tía Porota asombradísima
de que el bicho hablara, y tan fuerte!
me dice mientras ríe contándome
el suceso del día y vuelve a contármelo
después agregando detalles: nunca
oí a un bicho quejarse, cuik cuik
como si me pidiera que lo dejara
ir, nunca en mis ochenta y eso que estoy
un poco sorda, me decía, con la
risa abierta ante el misterio sin igual
la tía más querida en este pueblo
de Zavalla, que me llamó a las ocho
para tomar juntitas unos mates
y contarme al final del día esta
historia fenomenal, cuik cuik gritaba
el bicho hablando con la tía, porque
sabía ella lo escuchaba, y la poesía
atrás…
El mazo
En el viejo café Cervantes sobre la plaza
la sombra luminosa de mi padre me acompaña
siempre he querido a este boliche sombrío
donde los parroquianos varones juegan al mazo
español o miran la televisión silenciosos
y me dan permiso, Dios mío, de fumar adentro!
aquí veníamos con el papá a tomar café
y a él, no le daba vergüenza traer a su hija mujer
la ruta al frente y la vieja estación de tren
con la plaza al lado, ya suben las voces de estos
machos y quisiera atrapar cada gesto o frase
que se repite desde mi infancia a mi vejez
ahora que ya se han olvidado de mi presencia
con las cartas en la mesa y uno lee le diario
dos toman cerveza o miran un documental
sobre Tailandia y el mozo del bar y yo
la octava pasajera con un noveno sentado
atrás que ahora entra al café de la plaza, el más
antiguo que conozco y siempre milagrosamente
abierto, hay un tipo ahora en el reservadito
tomando vino, y mujeres nunca, qué entretenida
la rutina de los varones que ahora comparto
con mi cuaderno de notas mientras el noveno
se acerca a jugar una básica y hablan de una víbora
no sé si será de Tailandia o de Zavalla
pero todo tiene un sabor de aventura antigua
que me dan ganas de reír y de llorar al mismo
tiempo y ahí entra el barbero y Barrera detrás
que se sienta en mi mesa mientras recuerda,
octogenario ya, al Chevalier y a su mujer
Hilda, amiga de mi mamá, encantador ese
Barrera, y otro, al que le reconozco la cara
aunque no sé cómo se llama y me dice “acá
se sentaba siempre tu papá, en esta silla,
frente a vos”, lo recuerdo, sí, mirando hacia la plaza…
ustedes me trajeron, ¿verdad viejitos?, y el dueño
del bar que me ofrece ahora una copita que no
me dejará pagar, tan grande y hondo, no sé
Perdida en la mañana
La gente me inquieta tanto, a solas
estoy feliz y calmada, luego todo
se transforma en un rompecabezas
que cuesta resolver como si el mundo
se derrumbara y no sé siquiera
mi nombre o el número de mi casa,
pero pasa, sí, con Wanda y los pajaritos
me siento tranquila y ese gallito
que canta otra vez, lo oí esta mañana
en los patios vecinos, sutura
no es lo mismo que supura, rubia
mía, el mundo se ha dado vuelta
y vos
cada vez sos más chiquita y
necesitás
a tu papá y a tu mamá pero ya
no vuelven más y con su sombra
enfrentás el mundo inmenso
que se te viene encima, sola, solita
como esas gallinas que cloquean
mientras vos escribís tus últimos
poemas y conversamos con Belkis
alambrada de por medio, cómo quiero
a esta mujer, es la única que me habla
como me hablan los malvones, rojito
y naranja y es esta charla
la que me devuelve la paz perdida
y reencontrada siempre, sábados
de mi vida, aquí en Zavalla…
Diana Bellessi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946. A lo largo de su trayectoria ha recibido numerosos premios de poesía, como el Diploma al Mérito de la Fundación Konex (2004) y el Premio Nacional de Poesía (2011). Ha publicado: Crucero ecuatorial (1981); Tributo del mudo (1982); Contéstame, baila mi danza (1984); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988); Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (1991); Días de seda (sel. y trad. de poemas de Ursula K. Le Guin, 1991); El jardín (1993); Lo propio y lo ajeno (un libro de reflexiones, 1996); Sur (1998); Gemelas del sueño (1998) (con U.K. Le Guin); Mate cocido (2002); Desnuda y aguda la dulzura de la vida (AH, 2002) (sel. y trad. de la obra de Sophia de Mello Breyner Andresen); La edad dorada (AH, 2003); La rebelión del instante (AH, 2005); Persecución del sueño (2006); La penumbra que mira el oro (2007); La voz en bandolera (2008); Tener lo que se tiene, Poesía reunida (AH, 2009); Variaciones de la luz (2012); Zavalla con Z (memorias, 2012), Pasos de baile (AH, 2014) y Fuerte como la muerte es el amor (2018).
María Laura Decésare nació en Rufino, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1969. Estudió Ciencias de la Comunicación y es Técnica Superior en la Corrección de Textos. Publicó los libros de poemas: La letra muda (Ediciones del Dock, 2010); Vida de gatos (Ediciones del Dock, 2012 – reeditado en 2015); Somos lo que damos (Ediciones del Dock, 2015) y La hija menor (Colección Pez Náufrago, Ediciones del Dock, 2017). Integra la antología Décima Convergencia Internacional de poemas “JUNÍNPAÍS2011” (Ediciones de las tres lagunas, 2012). Administra el blog: La letra muda: http://mldecesare.blogspot.com.ar
Imágenes: cortesía María Laura Decésare