Tres bueyes grandes. La figura de Bustriazo Ortiz en el campo de la poesía argentina

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Para poder situar un poética en el campo literario nacional es necesario apelar a tradiciones, escuelas e influencias, sopesarla con el aparato crítico para romper las barreras académicas y, por sobre todo hay que lidiar, muchas veces, con la siempre polémica legitimación de la hegemonía cultural.
Una obra como la del poeta pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz, con la contundencia que posee su palabra, supera todos esos escollos y con el correr del tiempo se convertirá en una de las poéticas fundamentales no sólo del país o Latinoamérica, sino de la misma lengua española.

Bustriazo: el síntoma y el mito
La sirena del molino Werner sonaba puntualmente, según registra el acerbo popular, a las 11 de la mañana. Años después el poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz dirá que anunciaba su nacimiento, ocurrido un 3 de diciembre de 1929.
Su universo está contaminado de anécdotas y experiencias. La historia de su vida congrega instancias y sucedidos que podrían ser noveladas. El mito fue anudándose a su trayectoria, al mismo tiempo, como si emplazara, sin saberlo, al síntoma lacaniano: pues en los 79 libros que componen el Canto Quetral reúne lo real, lo imaginario y lo simbólico; fundando de esa manera su nombre, su particularidad en el campo literario.
También surge entre la compilación de sus recuerdos la localidad de Trilí y otro hecho paradigmático, el cual sucede siendo niño. Cuenta que pasaba por el lugar un linyera y que portaba un rollo de papeles escritos, mientras éste hablaba con su madre, le indicó que sería poeta. Cada uno de esos relatos, sumados al del vaso de vino con la tapa para que no huyan los espíritus, el portafolio portando la bombilla de hueso, la linterna con que ahuyentaba los perros y otras cosas, fomentan su figura mítica.
Quizás la firma personal sea la elaboración más alta en esa cadena de significaciones que se funden y complementan con la magnitud de su obra. Bustriazo explica que se compone con elementos que se encuentran presentes en su cosmovisión del mundo, y son trabajadas o resignificadas constantemente en su poesía. Además de las iniciales y apellido se colige la cruz mapuche, una serie de rulos que significarían el infinito (o la eternidad), un báculo egipcio, el triángulo sexual representado por tres puntos y, desde ya, las piedras.

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Es por eso que se ha convertido anticipadamente en un espectro que no sólo irrumpe en la realidad, sino que toma por asalto y modifica el canon literario; porque recién estaba fundando su estilo y ya era un mito. También fue un visionario en su artificio poético: domando, dominando la lengua como el Ghenpín, el dueño de la palabra en la cultura mapuche. Su poética repuso, conjugó y potenció las raíces de los pueblos originarios, la cepa criolla y la prosodia de los inmigrantes.

Bustriazo: el oficio oral del escribiente
“Parece que estuviera cantando cuando leo mis poemas”, señala Bustriazo. Esta referencia implica la conjunción entre oralidad y escritura, dando por tierra en su dictum poético con la vieja disputa que planteara Platón entre la palabra oral y la palabra escrita. Jacques Derrida deconstruye esta dualidad y sentencia que “no hay fuera del texto”.
En Bustriazo no hay fuera del texto, porque sus poemas se encuentran interpelados por sus propias vivencias, y no sólo porque incorpora a sus amigos como personajes, o testimonia a través de las marcas implícitas en los lugares en que rubrica la creación poética, sino porque él mismo se constituye en enunciado: juan, juan azul, carlos marilloso, juanca, juanllanca, bustriazo el viejo, bustriazo el joven. Este proceso abona la recreación constante de un texto vital, todo puede ser considerado para la lectura o interpretación, desde datos biográficos a otros textos que no tengan, en principio, ninguna conexión en sí con el libro, como sucede con la hoja suelta en el Libro del Ghenpín.
Quien escribe no puede situarse fuera de la lógica del lenguaje y, por lo tanto, tampoco fuera de su propio texto; por eso otro plano o perspectiva que da asidero a estas indagaciones es lo que sucede en el cuerpo textual, donde se interrelacionan la producción oral con la escrita.
Esta preeminencia del “habla” sobre la “escritura” traspasa la primera parte de su obra. Es que las poesías que comprenden sus libros iniciales están identificadas con “los repertorios de impronta folklórica y forma tradicional”, como resalta Dora Battiston, por lo tanto se hallan más vinculadas al género musical. Aunque en su formato primigenio se los reconozca como poemas, también podrían haber sido canciones, no haber necesitado otro soporte que la memoria (Platón dixit). Lo confirma Battiston: “…nos brindaba casi cotidianamente la oralidad de su creación, la fiesta de su decir joyoso, enamorado y doliente, sea a través de los textos vueltos canciones por los músicos pampeanos…” (Canto Quetral (Tomo I), Ediciones Amerindia, Santa Rosa, 2008, p. 8). En tal sentido se podrían enumerar zambas, triunfos, huellas, estilos y canciones; Rosa Blanca de Morán destaca estos atributos en un artículo en el suplemento cultural “Caldenia”, e incluye la copla.

En la práctica, aquellas poesías de Bustriazo han sido apropiadas e interpretadas por los músicos de La Pampa (Guillermo Mareque, Guri Jaquez y Cacho Arenas) y por los grupos (Los Ranquelinos, Agrupación Pampeana Confluencia, Alpatacal, Rojo Estambul, Los herejes bebedores de la noche, Nicolás Etchegoyen, Vero y los jornaleros, entre otros). Si consultamos la edición del Cancionero de los Ríos, los libros de investigación de Rubén Evangelista sobre el folclore pampeano, el Canto Quetral (Tomo I) y los discos editados, la cantidad de poemas traspuestos a la canción sería de 110 aproximadamente.

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A partir de 1969, cuando se edita Elegías de la Piedra que Canta, emerge una escritura que contiene el sustrato de las creaciones anteriores pero que amplía el registro a un modelo lingüístico novedoso, excéntrico, que marca una diferancia (différance), y es donde se inicia la etapa experimental. Bajo esta óptica, la producción fonética no agota los recursos de la escritura; porque la posibilidad de la escritura fundamenta la posibilidad de la lengua misma. Entonces en varios libros de este período podrá observarse a la práctica significante como huella, como que el ejercicio se hace más puntilloso y se focaliza, incluso, sobre las mismas letras. El trabajo se percibe en la lectura directa, en una hoja recargada de aditamentos; sostenida en una visión estética de la literatura que prevé una pluralidad abierta de palabras y de signos para los textos. Sin embargo Bustriazo no sólo se destaca en la invención de palabras —neologismos—, sino también en el empleo sobreabundante de los enclíticos, la metonimia, la combinación de la lengua española con la lengua de los pueblos originarios, el juego fonético y su efecto musical.

Bustriazo: el descubridor
Marcel Proust decía que “los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera”. Si se cotejan las publicaciones de Bustriazo se refracta la observación, al hallar un profuso cruce de lenguas y neologismos. Acorde a esta conjetura proustiana, el crítico Deleuze indica que “el escritor inventa dentro de la lengua una lengua nueva, una lengua extranjera en cierta medida. Extrae nuevas estructuras gramaticales o sintácticas, saca a la lengua de los caminos trillados, la hace delirar”. Muchos de sus poemas tienen estas características, una construcción compleja que apela a todos los recursos disponibles para significar, es decir, están nutridos de suplementos tanto en lo oral como en lo escrito.
Debe resaltarse que en el acto de lectura ―las grabaciones registradas lo confirman― Bustriazo logra anudar vestigios de sus historias y experiencias, recupera recuerdos, los revive, por eso cuando trasiega los versos se percibe una tensión que se intensifica a medida que se acerca al final del poema; donde la última palabra es “comunicada” con el último aliento, cuasi suspiro. Los poemas son piezas compuestas por la aparición e irrupción de sonidos/imágenes que crean una trama verbal, redivivos en la voz que los convoca.
Extinguido el fuego de la oralidad queda una resonancia, es la que dejan los poemas esenciales. Pero el efecto no suele terminar con la lectura, porque “la poesía es tiempo y arde”; pues sigue quemando a sus cómplices lectores u oyentes.
Tanto su presencia como su lectura, no cabe duda, encienden y apagan la memoria, tocan el corazón del público, a semejanza del quetral que se consume y vuelve a arder.
Bustriazo es dueño de un estremecido y a la vez desgarrado lirismo, que a lo largo de los años ha cernido y afinado de libro en libro, de poema en poema, y el resultado obtenido es una de las poéticas de mayor precisión en lengua española, por eso el lector está invitado por sí mismo a percibir el modo en que fue construyendo esa monumental bibliografía. Una aventura en la cual cada uno se enfrentará a través de los textos a un espacio interior multidimensional, donde Bustriazo Ortiz laboró su cosmovisión del universo bajo las https://www.acheterviagrafr24.com/viagra-prix-en-pharmacie/ estrellas de la ignota llanura pampeana.

manuscrito

Muestra poética de Bustriazo Ortiz

“Tan huesolita que te ibas”

tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia piedra
te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga

hermosa!

“Te regalé unas cuentas indias”

y había un color de aroma hereje tan sobre mi caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ella se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces

redondeles

de Elegías de la piedra que canta. Santa Rosa: Alpataco, 1969.

o-O-o

“4”

y crecía la hornalla hosca
en aquel pueblo de hornos pérfidos
eran mayas eran aztecas
eran quichés de estuco y lágrima?
eran teocallis bermellones
o pirámides de tierra terca?
eran hombres de barro fresco
recién hacidos por el gran padre?
eran esclavos colorados
o eran grietosos cuasi hombres?
pero crecían las hornallas
trabajosamente crecían
empinábanse con dolores
para que cuajaran panes panes
eran palacios de gentes torvas
o con máscaras de barro impuro?
con inocentes mascarillas
gentes que siempre comerán barro?
crecía la hornalla cumplíase
entre colorinches y desvelos

“17”

y anduve solo y no era la luz
fuíme por duros corredores
por los pasillos pesaroso
y saquéme un papel azafrán
con un saludo de tez granate
“he aquí que llégueme a verte
juancarlos estuvo en esta torre”
y fuíme solo y no era la luz
por los pasillos musitantes
atrás dejé los corredores
negros y más que hechos con cuervos
quedóse el papel inclinado
esperando tus ojos de mora
y como un ciego fui con las manos
interrogando a las paredes
buscando la puerta brillante
los tragaluces del castillo
el aire que andaba en el mundo
“juancarlos estuvo en este cuarzo”
fuíme solo y no era la luz

de Unca bermeja (1973). Santa Rosa: Universidad Nacional de La Pampa, 1984.

o-O-o

“Quetral 4”

Quetral del salamanquero,
del indio rico Antipán,
de aquel Jesús Calluhueque
borracho en la soledad…

“Los brujos dan sus poderes,
le piden prendas al hombre:
tuve que darles mi matra
bordada con arreboles.”

Quetral del brujo piedroso,
de aquella pipa de piedra,
o del matuasto tejido
por el señor-de-las-sierras…

II

“Y yo les di mi cuchillo
de fino cabo de plata…,
y al poco tiempo murió
mi amor sin besar mi almohada.”

Quetral del pardo mortero,
del raspador transparente,
lengua filosa, luz lanza,
tajo nomás, llaga siempre…

Salamanquero yo fui,
y era Juan Paulo Durazno,
Honorio Manquepillán,
el Nicolás Antenao.

…víbora de colores terribles…,
onduloso chasquido
bajo el abuelo Sol, el Gran Cabeza de Oro…
Sangrecita casi flauta,
torturada, torturada…
Apágame ya
este canto…
Ay, víbora,
tu silbo
rojo.

de Quetrales. Cantos del añorante (1967). Santa Rosa: La Arena, 1991.

o-O-o

“Sexta Palabra”

Qué convulsión del cielo me amenaza
en lo creencial del mundo que me enluja
con los errantes velos de la bruja
que ayer quemé, cuya ánima me abrasa
de septentrión a meridión? Me arrasa
el corazón, las testes, si me estruja.

“Décima Séptima Palabra”

Renqueante voy bajo esta luz, confuso,
a tu fulgor, ay vino. Yo me acuso
de ir a robarte donde un dios te puso
en el mesón sabido. Yo, que iluso
ando en dolor violeta. Quién dispuso
que pase así? Perdón si yo te uso.
Es mi destino y el telar y el huso:
mi Tejedora Tinta, vino infuso.

(Ruta 5, y Los Cabrales)

“Cuadragésima Primera Palabra”

pasa bustriazo el viejo con el joven
bustriazo azul de serle el sentimiento
la flor la luz el agua en el momento
de la enjutez del vago pensamiento
la sangre infiel bustriazo el viejo el joven
en paz en pos de su destino el reto
de su vivir bustriazo el viejo el joven
cristal de roca ya cuarzo coleto
tan pedernal de sí el viejo el joven
bustriazo va le brilla el esqueleto

(Ruta 5 y “San Cayetano”.
Domingo de Resurrección)

“Cuadragésima Tercera Palabra”

Adónde vas, poeta nochernícola,
de austera sal, de halo melancólico?
Y el primo amor, o bien, el tu penúltimo?
Y el vaso azul? Erótico y arqueólogo
te sientes bien, mi vate, muy católico?
Eres o no el juglar, el archimítico,
el hacedor maniático, elegíaco
de tu canción? O estrilas de neurótico
talante, o vas de túnica, de báculo
por la vastura de la noche eólica?
Ay semoviente, austral humano mágico,
nómade Juan, desnudo en lo fonético?

(Ruta 5, divagando bajo el
pánfilo viento)

“Cuadragésima Cuarta Palabra”

Bardo Juanllanca nunca digas nada
que allá en el Sur cambiaste tu tierna alma
para ejercer virtud con tu palabra
para engendrarle un brujo a la guitarra
un brujo de oro del quitral del agua
o esa mazorca de brujillas blancas
de cabelleras ennochebrunadas
que te preguntan tuánimaytuánima
tuánimajuanjuantuánimaytuánima?
Allá en Los Berros fue o allá en Campana
Mahuida o no tal vez en La Ventana
tan de curá en curá de rayén de ala?

Ríanreían con sus rostros de águila
los brujos dueños de la Salamanca
Fue un viernes pardo cuando escarchillaba
y los matuastos se tornasolaban
pipas de piedra humeaban y en sus matras
las almas presas salsalsalmodiaban

Bardo Juanllanca nunca digas nada
que allá quedó nevándose tu alma

(Hoy, no sé en qué día,
y en voz muy baja.)

del Libro del Ghenpín (1977). Santa Rosa: Cámara de Diputados de La Pampa, 2004.

o-O-o

“balada arcaica”

ya te vas vegetal tornasolada no me prendas la flor del exterminio fulgimiento del agua de los ojos no me prendas la flor del exterminio hinchamiento del cielo qué potencias no me prendas la flor del exterminio qué hinchadura del mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio con el hijo salido de tu entraña no me prendas la flor del exterminio con el ala punteada de tu ángel no me prendas la flor del exterminio con arcillas que vuelan soberanas no me prendas la flor del exterminio en olor de adiós que me espeluza no me prendas la flor del exterminio con tu boca antañera tras tu boca no me prendas la flor del exterminio en amor de tu sombra sonadora no me prendas la flor del exterminio!

27 y 28
para vos, dueña de los ponientes.

de Canción rupestre, 1972, inédito.

o-O-o

“el intenso dice”

un adiós el intenso dice una sombra mi amor aterciopelada palaciega en esta tarde regocijante y tristonosa las gentes se ponen máscaras oh no mi amor se sacan los rostros se arrancan infantilizados la identidad remota y saltan saltan y no son langostas siquier y tristemente remedan al ancestral sagrado qué estoy diciendo mi amor yo celebrante rojo celebrante amarillo y negro y azul huelo a collón a piedra pintada a sien quemada huelo a corazón ahumado huelo a rodillas blanconas a canillas bermejas mi amor dios quiera que no pienses como yo en esta tarde que huele a tambores colorados a bajo vientre castaño a tobillos simplones a talón pintarrajo mientras la soledad los va comiendo y chilla

(t. 23, 24)
a ch.

de Caja amarilla, 1973-1974, inédito.

(C) Jimmy Rodríguez: Fotografía de Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

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Descripción del Autor

Sergio De Matteo

(Santa Rosa, La Pampa, 1969). Poeta, ensayista y periodista cultural. Ha publicado las plaquetas Soles violentos (1995); Absurdo / Absoluto (1996); y los libros Ozono (1997); Criatura de mediación (2005); El prójimo: pieza maestra de mi universo (FEP, 2006) y Diario de navegación (2007). Es presidente de la Asociación Pampeana de Escritores y dirige el programa radial “El estado de las cosas”.